sábado, 31 de julio de 2010

Medios alternativos - Muladar News - Posted: 30 Jul 2010 03:38 PM PDT

Alfonso Gumucio-Dagron
Del mismo modo que los medios masivos contribuyen a perpetuar la cultura hegemónica y el poder que se sustenta en ella, los medios alternativos promueven la diversidad cultural y son la base de la democracia participativa. Los medios masivos responden claramente a dos intereses complementarios e indivisibles: intereses comerciales e intereses políticos. Los intereses comerciales, basados en la noción de lucro y enriquecimiento –el “mercado”– tienen ramificaciones en la cultura y en la sociedad. Los intereses políticos intervienen en las instancias de poder, tanto en la administración del Estado como en el terreno de la ideología que disputa día a día el espacio de la esfera pública. Jesús Galindo observa dos escenarios contrapuestos, la sociedad de información que es dominante, y la sociedad de comunicación que es emergente:
“La sociedad de información tiene una muy baja cultura de comunicación, le interesa más el flujo de datos en ciertas direcciones, que constituir formas sociales de encuentro y diálogo. La razón es simple, una organización con trazos verticales no incluye a los horizontales mas que en un orden secundario y subordinado (…)”.

Frente a ese escenario está la sociedad de comunicación, abierta y “compuesta por ciudadanos libres y participativos, la de individuos críticos y reflexivos. (…)

La democracia es la cualidad central de este tipo social, para su movimiento requiere del diálogo de los iguales, del acuerdo entre los distintos pero tolerantes” para alcanzar formas de gobierno que efectivamente sirven a la ciudadanía de manera horizontal. (Galindo, 1998). Los medios alternativos o alterativos, como los llama Rafael Roncagliolo porque alteran y contestan la verticalidad de los medios hegemónicos, son parte del tercer sector de la información que es el único que garantiza el derecho a la comunicación de los pueblos y de sus culturas. Los medios públicos, el segundo sector, que deberían servir a las necesidades de la población, son con frecuencia utilizados por los gobiernos con fines político-partidarios. En el mejor de los casos, son medios que contribuyen al desarrollo, a la educación y a la cultura, pero desde una perspectiva homogenizadora, que no toma en cuenta la diversidad cultural y lingu%u0308ística, debido a su carácter de medios de amplia cobertura poblacional.

¿Derechos peligrosos?

Se confunde con frecuencia la libertad de expresión con el derecho a la comunicación. La expresión “derecho a la comunicación” es considerada subversiva. Se defiende la libertad de expresión porque es el derecho que tienen los periodistas y los dueños de medios para canalizar sus opiniones sin restricción, pero el derecho de los pueblos a comunicarse por sí mismos, sin tutela y sin intermediarios, se considera un peligro para el poder establecido, para los medios hegemónicos, y a veces para los propios periodistas, que ven en riesgo su espacio laboral, que a veces administran con una mentalidad feudal, defendiendo a los patrones como si la comunicación fuera un bien privado y no de servicio público.

Lo mismo sucede con la diversidad cultural: algunos consideran que es un peligro o por lo menos un freno para el crecimiento económico. En el año 2005, luego de un encarnizado debate internacional, se aprobó finalmente por amplia mayoría en la Unesco la Convención sobre la protección y la promoción de la diversidad de las expresiones culturales, a pesar de la férrea oposición del gobierno de Bush, que amenazó con retirarse de nuevo de la organización. ¿Qué puede ser tan peligroso en la diversidad cultural de nuestro pequeño planeta?

El debate alrededor de la convención sobre la diversidad cultural recuerda otro debate que la misma Unesco impulsó hace exactamente 30 años, y que motivó la salida de Estados Unidos y de Inglaterra de la organización: el Nuevo Orden Mundial de la Información la Comunicación (NOMIC). Las nuevas generaciones de estudiantes de comunicación o de periodismo, ya no estudian ni conocen siquiera ese importante momento del confrontación ideológica que dividió al mundo entre norte y sur. Por ello es bueno recordar que a fines de los años 70, la Unesco invitó a una comisión de expertos presidida por el Premio Nóbel de la Paz Sean MacBride, para analizar la situación de la comunicación y de la información a nivel mundial. Los latinoamericanos Gabriel García Márquez y Juan Somavía, integraron la comisión internacional de 16 miembros. El “informe MacBride”, publicado con el título “Un solo mundo voces múltiples: comunicación e información en nuestro tiempo”, reveló los desajustes y desequilibrios en los flujos de información y en la concentración de medios en pocas manos, que dejaba a la mayor parte de los países del Tercer Mundo sin voz en el concierto internacional.

En el análisis, el informe aborda la problemática de la comunicación desde una perspectiva histórica, sociológica y política. Sus 82 recomendaciones cubren los aspectos centrales: las políticas de comunicación, el desarrollo de capacidades nacionales, el financiamiento, la independencia y autosuficiencia tecnológica, la gestión del espectro electro-magnético, la integración de la comunicación en el desarrollo, la participación de la ciudadanía, el fortalecimiento de la identidad cultural, la responsabilidad e integridad de los periodistas, los límites a la concentración de medios, la eliminación de la censura, la diversidad de fuentes y temas, y todo ello enmarcado en la democratización de la comunicación desde una perspectiva de derechos humanos.

Las recomendaciones –válidas hoy como ayer– señalan la necesidad de promover la diversidad linguistica en los medios, el desarrollo de los medios comunitarios, la promoción de formas no mercantiles de comunicación, el apoyo a las causas justas de los pueblos que luchan por su libertad, el respeto por las culturas nacionales, entre otras. En términos generales el informe hizo un llamado a los estados para recuperar la comunicación como un bien público, y para establecer las reglas del juego para limitar el poder incontrolable de las grandes empresas mediáticas. Para Estados Unidos eso equivalía a una declaración de guerra, aún más, un manifiesto comunista que se oponía a la “libertad de empresa”. Cuando uno lee el informe y las recomendaciones 30 años después, no puede sino sentir un sabor a derrota. La vigencia del análisis y de las conclusiones es cruel: tres décadas más tarde la situación no es solamente la misma, sino que ha empeorado. Jamás antes hemos visto un control mayor sobre los medios masivos a nivel mundial, y una concentración del poder mediático en tan pocas manos. Las empresas mediáticas han expandido su influencia no solamente sobre conglomerados multimedios y editoriales, sino sobre otros sectores de tecnología y sobre el sistema financiero.

Fuente: Etcetera

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