martes, 28 de diciembre de 2010

Dyango - Odiame

Manolo Otero - Te he Querido Tanto

Manolo Otero - Que he de Hacer Para Olvidarte

La misión del escritor

Discurso catalogado como el más brillante pronunciado por Albert Camus cuando se le entregó el Premio Nóbel de Literatura en Estocolmo, en 1958

Al recibir la distinción con que vuestra libre academia ha querido honrarme, mi gratitud es tanto más profunda cuanto que mido hasta qué punto esa recompensa excede mis méritos personales.


Todo hombre, y con mayor razón todo artista, desea que se reconozca lo que él es o quiere ser. Yo también lo deseo. Pero al conocer vuestra decisión me fue imposible no comparar su resonancia con lo que realmente soy. ¿Cómo un hombre casi joven todavía rico sólo de dudas, con una obra apenas en desarrollo, habituado a vivir en la soledad del trabajo o en el retiro de la amistad, podría recibir, sin cierta especie de pánico, un galardón que le coloca de pronto, y solo, en plena luz? ¿Con qué estado de ánimo podría recibir ese honor al tiempo que, en tantas partes, otros escritores, algunos entre los más grandes, están reducidos al silencio y cuando, al mismo tiempo, su tierra natral conoce incesantes desdichas?

Sinceramente he sentido esa inquietud y ese malestar. Para recobrar mi inquietud y este malestar. Para recobrar mi paz interior me ha sido necesario ponerme a tono con un destino harto generoso. Y como me era imposible igualarme a él con el sólo apoyo de mis méritos, no ha llegado nada mejor, para ayudarme, que lo que me ha sostenido a lo largo de mi vida y en las circunstancias más opuestas: la idea que me he forjado de mi arte y de la misión del escritor. Permitidme que, aunque sólo sea en prueba de reconocimiemto y amistad, os diga, con la sencillez que me sea posible, cuál es esa idea.

Personalmente, no puedo vivir sin mi arte. Pero jamás he puesto ese arte por encima de toda otra cosa. Por el contrario, si él me es necesario, es porque no me separa de nadie y que me permite vivir, tal como soy, al nivel de todos. A mi ver, el arte no es una diversión solitaria. Es un medio de emocionar al mayor número de hombres ofreciéndoles una imagen privilegiada de dolores y alegrías comunes. Obliga, pues al artista a no aislarse; muchas veces he elegido su destino más universal. Y aquellos que muchas veces han elegido su destino de artistas porque se sentían distintos, aprenden pronto que no podrán nutrir su arte ni su diferencia sino confesando su semejanza con todos.

El artista se forja en ese perpetuo ir y venir de sí mismo a los demás; equidistantes entre la belleza, sin la cual no puede vivir, y la comunidad, de la cual no puede desprenderse. Por eso los verdaderos artistas no desdeñan nada; se obligan a comprender en vez de juzgar, y sin han de tomar un partido en este mundo, este sólo puede ser el de una sociedad en la que según la gran frase de Nietzsche, no ha de reinar el juez sino el creador, sea trabajador o intelectual.

Por lo mismo, el papel del escritor es inseparable de difíciles deberes. Por definición, no puede ponerse al servicio de quienes hacen la historia, sino al servicio de quienes la sufren. Si no lo hiciera, quedaría solo, privado hasta de su arte. Todos los ejércitos de la tiranía, con sus millones de hombres, no le arrancarán de la soledad, aunque consienta en acomodarse a su paso y, sobre todo, si lo consintiera. Pero el silencio de un prisionero desconocido, basta para sacar al escritor de su soledad, cada vez, al menos, que logra, en medio de los privilegios de su libertad, no olvidar ese silencio, y trata de recogerlo y reemplazarlo para hacerlo valer mediante todos los recursos del arte.

Ninguno de nosotros es lo bastante grande para semejante vocación. Pero en todas las circunstancias de su vida, obscuro o provisionalmente célebre, aherrojado por la tiranía o libre de poder expresarse, el escritor puede encontrar el sentimiento de una comunidad viva, que le justificara a condición de que acepte, en la medida de lo posible, las dos tareas que constituyen la grandeza de su oficio: el servicio de la verdad y el servicio de la libertad. Y pues su vocación es agrupar el mayor número posible de hombres, no puede acomodarse a la mentira y a la servidumbre que, donde reinan, hacen proliferar las soledades. Cualesquiera que sean nuestras flaquezas personales, la nobleza de nuestro oficio arraigará siempre en dos imperativos difíciles de mantener: la negativa a mentir respecto de lo que se sabe y la resistencia a la opresión.

Durante más de veinte años de una historia demencial, perdido sin recurso, como todos los hombres de mi edad, en las convulsiones del tiempo, sólo me ha sostenido el sentimiento hondo de que escribir es hoy un honor, porque ese acto obliga, y obliga a algo más que a escribir. Me obligaba, esencialmente, tal como yo era y con arreglo a mis fuerzas, a compartir, con todos los que vivían mi misma historia, la desventura y la esperanza. Esos hombres -nacidos al comienzo de la primera guerra mundial, que tenían veinte años a tiempo de instaurarse, a la vez, el poder hitleriano y los primeros procesos revolucionarios, y que para poder completar su educación se vieron enfrentados luego a la guerra de España, la segunda guerra mundial, el universo de los campos de concentración, la Europa de la tortura y las prisiones -se ven obligados a orientar sus hijos y sus obras en un mundo amenazado de destrucción nuclear. Supongo que nadie pretenderá pedirles que sean optimistas. Hasta que llego a pensar que debemos ser comprensivos, sin dejar de luchar contra ellos, con el error de los que, por un exceso de desesperación, han reivindicado el derecho y el deshonor y se han lanzado a los nihilismos de la época. Pero sucede que la mayoría de nosotros, en mi país y en el mundo entero, han rechazado el nihilismo y se consagran a la conquista de una legitimidad. Les ha sido preciso forjarse un arte de vivir para tiempos catastróficos, a fin de nacer una segunda vez y luchar luego, a cara descubierta, contra el instinto de muerte que se agita en nuestra historia.

Indudablemente, cada generación se cree destinada a rehacer el mundo. La mía sabe, sin embargo, que no podrías hacerlo, pero su tarea es quizá mayor. Consiste en impedir que el mundo se deshaga. Heredera de una historia corrompida en la que se mezclan revoluciones fracasadas, las técnicas enloquecidas, los dioses muertos y las ideologías extenuadas; en la que poderes mediocres, que pueden destruirlo todo, no saben convencer; en que la inteligencia se humilla hasta ponerse al servicio del odio y de la opresión, esa generación ha debido, en sí misma y a su alrededor, restaurar, partiendo de sus amargas inquietudes, un poco de lo que constituye la dignidad de vivir y de morir. Ante un mundo amenazado de desintegración, en el que nuestros grandes inquisidores arriesgan establecer para siempre el imperio de la muerte, sabe que debería, en una especie de carrera loca contra el tiempo, restaurar entre las naciones una paz que no sea la de la servidumbre, reconciliar de nuevo el trabajo y la cultura y reconstruir con todos los hombres una nueva Arca de la alianza. No es seguro que esta generación pueda al fin cumplir esa labor inmensa, pero lo cierto es que, por doquier en el mundo, tiene ya hecha, y la mantiene, su doble apuesta en favor de la verdad y de la libertad y que, llegado al momento, sabe morir sin odio por ella.

Es esta generación la que debe ser saludada y alentada donde quiera que se halla y, sobre todo, donde se sacrifica. En ella, seguro de vuestra segura aprobación, quisiera yo declinar hoy el honor que acabáis de hacerme.

Al mismo tiempo, después de expresar la nobleza del oficio de escribir, querría yo situar al escritor en su verdadero lugar, sin otros títulos que los que comparte con sus compañeros de lucha, vulnerable pero tenaz, injusto pero apasionado de justicia, realizando su obra sin vergüenza ni orgullo, a la vista de todos; atento siempre al dolor y la belleza; consagrado, en fin, a sacar de su ser complejo las creaciones que intenta levantar, obstinadamente, entre el movimiento destructor de la historia.

¿Quién, después de esos, podrá esperar que el presente soluciones ya hechas y bellas lecciones de moral? La verdad es misteriosa, huidiza, y siempre hay que tratar de conquistarla. La libertad es peligrosa, tan dura de vivir como exaltante. Debemos avanzar hacia esos dos fines, penosa pero resueltamente, descontando por anticipado nuestros desfallecimientos a lo largo de tan dilatado camino. ¿Qué escritor osaría, en conciencia, proclamarse predicador de virtud? En cuanto a mí, necesito decir una vez más que no soy nada de eso. Jamás he podido renunciar a la luz, a la dicha de ser, a la vida libre en que he crecido. Pero aunque esa nostalgia explique muchos de mis errores y de mis faltas, indudablemente me ha ayudado a comprender mejor mi oficio y también a mantenerme, decididamente, al lado de todos esos hombres silenciosos, que no soportan en el mundo la vida que les toca vivir más que por el recuerdo de breves y libres momentos de felicidad y esperanza de volverlos a vivir.

Reducido así a lo que realmente soy, a mis verdaderos límites, a mis deudas y también a mi fe difícil, me siento más libre para destacar, al concluir, la magnitud y generosidad de la distinción que acabáis de hacerme. Más libre también para deciros que quisiera recibirla como homenaje rendido a todos los que, participando en el mismo combate, no han recibido privilegio alguno y, en cambio, han conocido desgracias y persecuciones. Sólo me resta daros las gracias, desde el fondo de mi corazón, y haceros públicamente, en prenda de personal gratitud, la misma y vieja promesa de felicidad que cada verdadero artista se hace a sí mismo, silenciosamente, todos los días.

La historia de Wikileaks: La verdad siempre gana

Traducción del último artículo de Julian Assange, escrito en el periódico australiano The Australian el mismo día de su detencion

En 1958 un joven Rupert Murdoch, que más tarde sería dueño y editor del periódico The News, escribió: “En la carrera entre el secreto y la verdad, parece inevitable que la verdad siempre gane”.

su observación quizás reflejaba lo que su padre, Keith Murdoch, sacó a la luz un tiempo antes: las tropas australianas estaban siendo sacrificadas de forma innecesaria por los incompetentes comandantes británicos en las costas de Gallipoli. Los británicos intentaron silenciar la polémica pero no consiguieron acallar a Murdoch, cuyos esfuerzos llevaron a fin la desastrosa campaña de Gallipoli.

Casi un siglo más tarde, Wikileaks está también revelando sin temor hechos que deben hacerse públicos.

Crecí en una ciudad rural en Queensland, donde la gente decía lo que pensaba sin rodeos. Allí se desconfiaba de los grandes gobiernos porque se creía que podían corromperse con facilidad si no se les observaba meticulosamente. Los oscuros días de corrupción en el gobierno de Queensland, que terminaron con la investigación de Fitzgerald, son un testimonio de lo que pasa cuando los políticos amordazan a los medios de comunicación que intentan contar la verdad.


Los Estados Unidos han pedido a sus diplomáticos que roben material personal e información de los oficiales de Naciones Unidas y de grupos pro-derechos humanos, incluyendo el ADN, huellas digitales, escaneo de iris…” Ese tipo de cosas me han marcado. Wikileaks fue creada en base a esos valores fundamentales. La idea, concebida en Australia, era usar las tecnologías que ofrece internet para buscar nuevas maneras de contar la verdad.

Wikileaks ha acuñado una nueva forma de hacer periodismo: el periodismo científico. Trabajamos con otros medios de comunicación para sacar a la luz nuevas noticias, pero también para demostrar que esas noticias son reales. El periodismo científico te permite leer una noticia y a continuación hacer un clic para leer el documento original en el que esa noticia se fundamenta. De esa forma puedes juzgar por ti mismo: ¿Es esa noticia verdad? ¿Ha informado con precisión el periodista?

Las sociedades democráticas necesitan unos medios de comunicación fuertes y Wikileaks forma parte de esos medios. Ayudan a mantener un gobierno honesto. Wikileaks ha revelado algunas verdades muy duras sobre las guerras de Irak y Afganistán y sorprendentes historias acerca de la corrupción en el mundo empresarial.

Hay gente que ha dicho que estoy en contra de las guerras. Para que conste, no lo estoy. A veces las naciones deben entrar en guerra, y hay guerras que están justificadas. Pero no hay nada más incorrecto que un Gobierno mintiendo a su gente sobre esas guerras y después pidiendo a los ciudadanos que pongan sus vidas y sus impuestos en riesgo por esas mentiras. Si una guerra está justificada, contad la verdad y la gente decidirá si la apoya o no.

Si has leído alguno de los registros sobre las guerras de Afganistán o Irak, alguno de los cables filtrados de las embajadas estadounidenses o cualquiera de las historias que Wikileaks ha publicado, te habrás dado cuenta de lo importante que es para todos que los medios de comunicación puedan contar esas cosas libremente.

Wikileaks no es el único medio que ha publicado los cables de las embajadas estadounidenses. Otros medios, como el británico The Guardian, The New York Times, El País en España y Der Spiegel en Alemania han publicado los mismos documentos.

Sin embargo es Wikileaks, como coordinador de todos ellos quien ha copado los ataques más crueles y las acusaciones del Gobierno de los Estados Unidos y sus acólitos. He sido acusado de traición a la patria a pesar de que soy australiano y no estadounidense. Ha habido decenas de peticiones en los Estados Unidos para que las fuerzas especiales del país me quiten de en medio. Sarah Palin dice que debería ser “cazado como Osama Bin Laden”, un proyecto de ley de los republicanos en el Senado trata de que se me declare una amenaza internacional y que por tanto se me trate como tal. Un asesor de la oficina del Primer Ministro canadiense ha dicho en la televisión nacional que debería ser asesinado. Un bloguero estadounidense ha pedido que mi hijo de 20 años que está aquí, en Australia, sea secuestrado y torturado por una única razón: llegar a mí.

Y los australianos deberían observar sin ningún tipo de orgullo la vergonzosa demagogia de la Primera Ministra Gillard o de la Secretaria de Estado Hillary Clinton, que no han tenido ni una sola crítica para los otros medios de comunicación. Eso es porque The Guardian, The New York Times y Der Spiegel son conocidos y están asentados, mientras que Wikileaks es un medio joven y pequeño.

Estamos en desventaja. El Gobierno de Gillard trata de matar al mensajero porque no quiere que la verdad sea revelada, ya que ésta incluye información sobre sus propias relaciones diplomaticas y politicas.

¿Ha habido alguna respuesta por parte del Gobierno australiano a las numerosas amenazas publicas de violencia contra mi y el resto de personas que forman Wikileaks? Uno podria llegar a pensar que el primer ministro australiano defendería a sus ciudadanos contra este tipo de cosas, pero sólo se nos ha acusado infundadamente de criminales. Se supone que el Primer Ministro y, especialmente, el Fiscal General, deben llevar a cabo sus obligaciones moral y dignamente, sin verse envueltos en la refriega. Pero tened por seguro que estos dos están actuando con el único fin de salvarse a sí mismos. No lo conseguirán.

Cada vez que Wikileaks publica la verdad acerca de abusos cometidos por agencias estadounidenses, los políticos australianos cantan a coro con el Departamento de Estado de EEUU falsedades como “¡Estáis arriesgando vidas! ¡Seguridad Nacional! ¡Las tropas estarán en peligro!”. Dicen que no hay nada relevante en lo que Wikileaks publica. No pueden ser ambas cosas, ¿en qué quedamos?.

En ninguna de ellas. Wikileaks ha estado publicando durante cuatro años. Durante todo ese tiempo hemos cambiado gobiernos en su totalidad, no sólo una única persona, y esto, como todo el mundo sabe, ha hecho daño. Pero los Estados Unidos, con la connivencia del Gobierno Australiano, ha asesinado a miles de personas en los últimos meses.

El Secretario de Defensa de Estados Unidos, Robert Gates, ha admitido en una carta enviada al Congreso de los Estados Unidos que ninguna fuente o método del servicio de inteligencia se han visto comprometidos por los documentos divulgados de la guerra de Afganistán. El Pentágono ha afirmado que no existen pruebas de que la información de Wikileaks haya causado daños en Afganistán.

Fuentes de la OTAN en Kabul han asegurado a la CNN que no existe una única persona que necesite protección. El Departamento de Defensa de Australia ha dicho lo mismo. No hay tropas australianas ni fuentes afectadas por nada de lo que hemos publicado.

Pero nuestras publicaciones no son ni mucho menos insignificantes. Los cables de la diplomacia de Estados Unidos revelan algunos datos sorprendentes:

Los Estados Unidos han pedido a sus diplomáticos que roben material personal e información de los oficiales de Naciones Unidas y de grupos pro-derechos humanos, incluyendo el ADN, huellas digitales, escaneo de iris, números de tarjetas de crédito, contraseñas de Internet y fotografías carnet, todo ello violando los tratados internacionales. Presumiblemente, los diplomáticos de Naciones Unidas australianos también han sido objetivo de ello.

El Rey Abdullah de Arabia Saudí ha asegurado a oficiales estadounidenses en Jordania y el Reino de Bahréin que quiere que el programa Nuclear de Irán se detenga de cualquier modo.

Las investigaciones del Reino Unido en Iraq fueron manipuladas para proteger los intereses de EEUU.

Suecia es un miembro encubierto de la OTAN y el intercambio de datos sobre inteligencia con los Estados Unidos se produce desde el Parlamento.

Los Estados Unidos están trabajando duro para colocar a los presidiarios de Guantánamo en otros países. Barack Obama está de acuerdo en reunirse con el Presidente de Eslovenia sólo si acoge a un prisionero. A nuestro vecino en el Pacífico, Kiribati, le han ofrecido millones de dólares por aceptar prisioneros.

En el histórico fallo de la Corte Suprema estadounidense sobre los Papeles del Pentágono podemos leer lo siguiente: “sólo una prensa libre y sin restricciones puede exponer el engaño del Gobierno”. La tormenta que gira alrededor de Wikileaks deja en evidencia la necesidad de defender el derecho de todos los medios de comunicación a revelar la verdad.

Julian Assange, editor jefe de Wikileaks

viernes, 24 de diciembre de 2010

¡Arriba las manos esto es la Navidad!

Por Fernando Buen Abad DomínguezEterna Navidad Es mentira que en la Navidad de los burgueses todos somos “hermanos”, “hijos de Dios”… etc. En estas festividades la lucha de clases persiste y ningún comerciante dejará sus riquezas para beneficiar a los trabajadores, a quienes, por el contrario, esquilma y engaña ayudado por publicistas. 13 estrategias de autodefensa para no sucumbir al chantaje publicitario navideño


El trineo de la mercancía navideña tirado por jaurías de publicistas

Sin la publicidad, sin la complicidad de los gobernantes, sin la complacencia de los mandos clericales… el cometido mercantil de los festejos navideños naufragaría en las tiendas departamentales. Los mass media han secuestrado, en alianza con sinnúmero de socios, la Navidad. Antes, durante y después del que se conoce como día del aniversario natalicio de Jesucristo, una vorágine mercantil se apodera del mundo y lo inunda con mal gusto, juguetería basura y música cursi al servicio de un episodio de expansión comercial cuya capacidad de penetración ha rebasado todo el límite. Y se lo promueve como logro moral del capitalismo.

Se trata de un ultraje navideño con juguetes, arbolitos, esferas, luces, moños y excesos de todo tipo. La “industria publicitaria” cumple su tarea ideológica, camuflada de cristiana, entrañable e inofensiva. Reino terrenal de sistema avasallante de producción publicitaria en éxtasis capitalista de objetos incontables y en plena crisis de sobreproducción. Nos inunda la publicidad, juega con nuestros sueños, planifica estrategias de ventas con bases materiales concretas y complejas, se hace de nuestras palabras y penetra nuestros campos imaginarios, nuestros deseos, nuestros apetitos, nuestras ambiciones… alienación que desgarra toda relación con la vida real para garantizar la usurpación del salario a cambio de baratijas de ocasión. “Noche de paz y noche de amor”… dicen.

Asalto ideológico penetrante que nos exige autodefensas para ayudarnos a desconfiar del oropel publicitario, interpretar correctamente las exageraciones y las ambigüedades, desnudar las trampas de la lengua burguesa. Aunque la tengamos metida en casa, la guerra ideológica emprendida por los mass media para hacernos compradores compulsivos de cualquier basura, debe ser combatida sistemáticamente y con los bolsillos del salario perfectamente cerrados.

13 ideas para cambiarle la suerte al salario de los trabajadores amenazado por los buitres de la publicidad navideña:

1. Celebrar sin fanatismo. (celebréis lo que celebréis) No hay dios padre ni dios hijo que se ponga contento con llenarle los bolsillos a esos mercachifles dueños de la payasada mercantil que nos saquea los salarios.

2. No legitimemos las ideas y creencias del patrón ni de la clase a que él pertenece. No legitimemos los intereses de una clase dominante ni sus ritos ni su modo de vendérnoslos.

3. No nos dejemos extorsionar: los modos en que la burguesía celebra sus “fiestas navideñas” no tiene por qué ser imitada. No se es “débil”, “feo”, “perdedor”, “pobre” o “tonto” si uno decide hacer con su dinero celebraciones totalmente distintas a las del burgués ostentoso.

4. Nada de lo que se anuncia la publicidad debe ser comprado si no corresponde a necesidades concretas de los trabajadores. Nada debe ser comprado bajo chantaje, vergüenza o imposición alguna. Se puede discutir abiertamente la compra de artículos o regalos para celebrar, analizarlo con amigos y compañeros de trabajo, comparar precios y hacer compras colectivas. Eso ayuda a no enfrentar en soledad las argucias de la publicidad para engañar y saquear el dinero de los trabajadores.

5. No comprar llevado por la idea de ser envidiado por todos. No permitir que manipulen nuestros deseos, instintos, antojos, afectos y cariños. Ningún juguete suplanta la relación personal, ningún objeto sustituye la solidaridad y el amor. Ni un solo peso a los manipuladores especialistas en propinar al pueblo golpes bajos para obligarlo a gastar en fetiches perversos.


6. La publicidad mercantil es la ideología de la burguesía, es el púlpito del capitalismo, no le creamos un ápice. No gastar en Navidad, más allá de lo racionalmente indispensable, no nos hace pecadores, insignificantes ni estúpidos. No dejemos que nos acomplejen.

7. Es mentira que con regalos se fortalece el afecto. De padres a hijos o de padres entre sí. Los hombres (trabajadores, obreros y campesinos) no dejarán de ser hermanos porque no gasten su salario en complacer a los publicistas. Que por su parte no son hermanos más que del dinero.

8. Es mentira que en la Navidad de los burgueses todos somos “hermanos”, “hijos de Dios”… etc. En estas festividades la lucha de clases persiste y ningún comerciante dejará sus riquezas para beneficiar a los trabajadores, a quienes, por el contrario, esquilma y engaña ayudado por publicistas. Ni un centavo para ellos.

9. No hace falta emborracharse ni embrutecerse para ser felices. Tampoco se es feliz por gastar mucho dinero. Todavía hay muchos momentos de felicidad que son gratis. Cosa de ingeniárnoslas.

10. No dejarse “estimular” con las payasadas que inventan los publicistas empeñados en emocionarnos, sensibilizarnos, cachondearnos para que paguemos cualquier precio por cualquier basura.

11. Ninguna publicidad logrará garantizar “mayor poder sexual”, “mágia”, “seducción”… los trabajadores no deben conceder ninguna credibilidad a quienes ofrecen paraísos imaginarios ni ilusiones mediocres. Todo lo que buscan es quedarse con el producto del trabajo, saquear lo que le queda al trabajador después de que el patrón ya ha esquilmado los salarios.

12. Cuestionemos y sancionemos socialmente la publicidad burguesa produciendo interpretaciones críticas y disidentes sobre sus dispositivos ideológicos y sus fines contra la clase trabajadora.

13. El salario de los trabajadores debe ser defendido por los trabajadores. Especialmente contra la publicidad burguesa. El dinero o la vida (o las dos cosas)

La publicidad en épocas navideñas expresa también la urgencia mercantil de las empresas. Les urge vendernos todo y para eso no importa qué clase de canallada (con música sacra o escenas glamorosas) halla que inventar. Los patrones afilan sus colmillos con ayuda de publicistas para vendernos su ideología y su mercadería. El producto del trabajo convertido en un botín acorralado con artefactos, engañifas, tentaciones generalmente innecesarias, inútiles e inservibles.

Quieren nuestro dinero a como de lugar y quieren que lo entreguemos felices de la vida. Ese es su cinismo que mueve a risa por la ironía que se agudiza cuando se habla de “fraternidad entre hermanos” pero a la hora de quedarse con la mejor parte, la burguesía cierra las puertas de sus casas para que los pobres no entren a robar los juguetes caros de los niños ricos. Quieren vendernos cenas, viajes, cuentas bancarias, relojes, juguetes, bebidas… la ideología dominante desarrolla todo para intervenir en la conciencia de aquellos a los que somete y emplea el discurso publicitario navideño esencialmente para satisfacer la ansiedad de los patrones y sus “nichos de mercado”.

El capitalismo con su publicidad actualiza perversiones mercantiles contra el proletariado a quien aplica un tratamiento diversificado entre la seducción y el desprecio, a lo largo del año, claro, pero muy especialmente en navidad. La clase trabajadora es acribillada desde los medios de publicidad para engordar los ingresos que la burguesía secuestra impunemente con cualquier pretexto.

Ocurre una guerra abierta inter-burguesa, batalla entre empresas, caracterizada por la virulencia manipuladora de mensajes elaborados por especialistas de la canallada mercenaria.

La clase trabajadora sufre los estragos de esa guerra porque es la enemiga de clase, la fuerza que produce la riqueza y la fuerza a la que el capitalismo devasta saqueándole el producto de su trabajo hasta la ignominia. Navidad es un pretexto más donde las paradojas de agudizan porque la hipocresía burguesa es infinita, celebran el nacimiento de Cristo mintiendo y robando a diestra y siniestra. Hay que recordar aquello de la aguja y el camello y aquello de los mercaderes en el templo.

El discurso dominante se explicita en los valores de las compras. Los trabajadores son víctima de una marejada discursiva que los somete al adoctrinamiento mercantil, manipulación psicológica, violencia simbólica destinada a amaestrarlos ante los caprichos del mercado. La publicidad medra los deseos, pero también los fabrica para “negociarlos” continuamente en su escalada permanente para la apropiación del mundo.

Es preciso multiplicar las luchas contra al modelo hegemónico de publicidad y la transformación radical de la cultura, degenerada en manos del capitalismo. Lucha contra el régimen de propiedad de las herramientas de producción en comunicación y contra las relaciones de producción dominantes .Lucha contra la alienación y la manipulación, lucha contra el discurso nazi-fascista incubado en la publicidad burguesa.

Tomado de:

Lucha por una corriente Internacional de la Comunicación hacia el Socialismo

Los Angeles Negros - Yo se que Estas

Los Angeles Negros - Mi Niña

Los Galos - Un minuto de tu Amor

Los Galos - Bailemos Solamente una vez Mas

Los Galos - Por Temor

jueves, 16 de diciembre de 2010

Sandro - Asi

Carta de Ollanta Humala a Alan García

Señor


ALAN GARCÍA PÉREZ

Presidente de la República del Perú

Presente.-

De mi especial consideración,

Me dirijo a usted en mi calidad de Presidente del Partido Nacionalista Peruano para agradecer la invitación que cursó a mi despacho a fin de participar en la próxima sesión del Foro del Acuerdo Nacional y saludar igualmente que este grupo de trabajo haya decidido incluir la prevención y la gestión del riesgo de desastres como una política de Estado.

Pese a que nuestra agrupación política considera muy importante la materia de esta reunión, tengo a bien comunicarle que no asistiré a la cita por considerar preocupante que no haya existido la voluntad política por cumplir los acuerdos de este Foro durante su gobierno, por ejemplo en el incremento de los presupuestos de Educación y salud. Adicionalmente, de acuerdo a las informaciones periodísticas que no ha podido desmerecer, consideramos que usted, como presidente de la República, ha quebrantado el primer capítulo del Acuerdo Nacional referido al Fortalecimiento del Orden Democrático y el Estado de Derecho.

Amenazar al país, la voluntad popular y por ende a la democracia con un Golpe de Estado, se condice con el espíritu del Acuerdo Nacional y sus postulados. Es por eso que como nacionalista y demócrata, es mi deber exigirle una rectificación pública y la firma de un documento en el que, como Presidente de la República, se comprometa a mantener la neutralidad en las elecciones generales nacionales.

Sus declaraciones se han convertido ya en un hecho político y jurídico que ha significado la preocupación de distintas instituciones nacionales e internacionales por el mantenimiento de la democracia en nuestro país. Siendo el voto, una de las pocas acciones participativas con las que cuenta la población, menoscabar la voluntad de la ciudadanía nos convertiría en una democracia débil frente a la comunidad internacional, más aún si esta afrenta proviene del mismo Jefe de Estado. En este sentido, le reitero que mi participación en el Acuerdo Nacional está sujeta a una rectificación pública de su parte, que garanticen la transparencia y neutralidad de su gobierno en las próximas elecciones nacionales.

Sin otro particular, me despido.

Atentamente,

Ollanta Humala

Presidente

Partido Nacionalista Peruano

miércoles, 15 de diciembre de 2010

Guillermo Davila - Es Cuestion de Tiempo

Foreigner - I Want to know what love is

Air Supply - Lost In Love (1979)

air supply - Here I Am


Air Supply - The One That You Love

Eve Ensler: calva, valiente y hermosa

Feminista y creadora del discurso "Monólogos de la Vagina" en su lucha contra el cáncer

(*)Amy Goodman


Calva, valiente y hermosa: palabras que apenas alcanzan para comenzar a captar a la extraordinaria Eve Ensler, quien se sentó a mi lado la semana pasada, en medio de su batalla contra el cáncer de útero, para hablar de Nueva Orleáns y de la República Democrática del Congo. Autora de la conocida obra de teatro “Monólogos de la Vagina” y creadora de Día V, un movimiento activista mundial para detener la violencia contra mujeres y niñas, Eve cuenta cómo “el cáncer ha sido un enorme regalo”.

El emotivo ensayo de Eve “Congo Cáncer”, publicado en el periódico londinense The Guardian, comienza diciendo: “Algunas personas pueden pensar que es posible que una mujer se deprima cuando se le diagnostica cáncer de útero, luego se le practica una importante cirugía que deriva en un mes de infecciones debilitantes para luego rematar con meses de quimioterapia; pero la verdad, ese no fue mi veneno. Eso no ha sido lo que late dentro de mí tarde en las noches y me mantiene despierta y en marcha. Eso no ha sido lo que me empuja a momentos de insoportable oscuridad y depresión.” Su veneno, afirma Ensler en el ensayo, fue la epidemia de violaciones, torturas y violencia contra mujeres y niñas en la región oriental de la República Democrática del Congo.

Eve, que escribió “Monólogos de la Vagina” en 1996 como una forma de celebrar el cuerpo de la mujer y la potencia femenina, cuenta: “Durante los primeros tiempos de la obra y en todos los lugares del planeta a los que iba, las mujeres literalmente hacían cola después de la función. Al principio pensé: qué bien, vienen a contarme acerca de sus maravillosos orgasmos y sus excelentes vidas sexuales, voy a poder agregarlo a la obra. Pero, de hecho, el 90 o 95 por ciento de las mujeres hacían cola para contarme que habían sido víctimas de violación, maltratos, incesto o abuso. Claro que ya sabía que existe violencia contra la mujer, yo misma soy sobreviviente de violación y maltratos, pero no tenía idea de que sus proporciones fueran como las de una epidemia. No tenía idea de que, y estas son cifras estadísticas de la ONU, una de cada tres mujeres en el planeta es violada o golpeada durante su vida. De repente, esa puerta se abrió para mí.”

Fue entonces que Ensler comenzó a producir la obra con el objetivo de recaudar fondos para las líneas telefónicas de apoyo para situaciones de crisis por violación y para organizaciones de mujeres de Estados Unidos. “Se nos ocurrió la idea de Día V que puede significar tanto ‘Día para terminar con la Violencia’, como ‘Día de la Vagina’ y que reclama que el Día de San Valentín sea un día de amabilidad y buena voluntad para con las mujeres. Empezamos con una producción de ‘Monólogos de La Vagina’ en Nueva York en la que participaron actrices asombrosas como Whoopi Goldberg, Susan Sarandon y Glenn Close. Esa noche fue como un catalizador, simplemente dio impulso a este movimiento, y hace ya trece años. Ahora estamos presentes en ciento treinta países. El año pasado hubo cinco mil eventos en mil quinientos o mil seiscientos lugares. Se han recaudado cerca de ochenta millones de dólares, que se han volcado por completo a iniciativas de carácter local y comunitario.”

El movimiento Día V llevó a Eve a algunos de los lugares con situaciones más graves en la Tierra: Haití, la República Democrática del Congo y la Nueva Orleáns post-Huracán Katrina. Eve pasó un año con mujeres de Nueva Orleáns, recopilando, en una serie de monólogos, las descripciones que las mujeres daban de sus vidas y del impacto del Huracán Katrina. Esta recopilación se llama “Nadando contra la corriente”. Increíblemente, en plena quimioterapia, Eve va a dirigir dos funciones especiales a mediados de septiembre en Nueva Orleáns y en el Teatro Apollo de Harlem.

Congo oriental, una región devastada por la guerra en el país más empobrecido del mundo, es donde Eve Ensler y Día V han volcado la mayor parte de sus esfuerzos más recientes. Desde 1996, cientos de miles de mujeres y niñas han sido violadas en la región oriental de la República Democrática del Congo, víctimas de lo que Día V llama “feminicidio.” El mes pasado, rebeldes de Ruanda y del Congo tomaron poblaciones de la región oriental del país y violaron en grupo a casi doscientas mujeres y cinco niños. Las violaciones múltiples tuvieron lugar entre el 30 de julio y el 3 de agosto a pocos kilómetros de una misión de paz de la ONU y fueron denunciadas recién luego de transcurridas tres semanas.

“Las mujeres del Congo me salvaron la vida. Todos los días me levanto y pienso para mis adentros: puedo seguir. Si una mujer en el Congo se levantó esta mañana después de que parte de su interior le fue extirpado, ¿qué problema tengo yo en realidad? Estas violaciones son brutales, dejan a las víctimas con heridas profundas y fístulas que requieren cirugía. Día V ha trabajado conjuntamente con el Hospital Panzi de Bukavu, única institución médica de la región donde las mujeres pueden recibir tratamiento médico adecuado. Al lado de este hospital, Día V está construyendo una zona segura controlada por mujeres llamada “La Ciudad de la Alegría”.

Eve afirma que fueron las propias mujeres quienes desarrollaron la planificación de La Ciudad de La Alegría: “Pasamos meses y meses con mujeres del Congo, haciendo entrevistas, hablando con ellas acerca de qué era lo que más querían, lo que más necesitaban y todo el mundo hablaba de un lugar donde poder sanar, entrenarse, convertirse en líderes, donde tener el tiempo y un respiro para reconstruirse a ellas mismas y reorientar sus energías hacia sus comunidades.” Si todo sale bien con su propio tratamiento, Eve se les unirá en febrero para la apertura de La Ciudad de la Alegría.

El trabajo de Dia V, según me dijo Eve, define lo que ella llama “un tipo de V de tres vías entre Haití, el Congo y Nueva Orleáns” y explica además: “Las personas hacemos cosas de manera inconciente y somos llevadas a ciertos lugares inconcientemente, es entonces cuando nos damos cuenta de que existen todas estas interconexiones asombrosas. Cuando estaba en Nueva Orleáns y trabajábamos en ‘V elevado a la décima potencia’ hablábamos acerca de dónde íbamos a poner en escena esa enorme muestra y me dijeron que tenía que ir a ver la Plaza Congo, un poco sorprendida les pregunté si en verdad existía un lugar llamado Plaza Congo en Nueva Orleáns y de hecho la Plaza Congo era el lugar a dónde los esclavos acudían los fines de semana para reclamar su herencia originaria. La mayoría de los esclavos que llegaron a Nueva Orleáns provenían del Congo. Esto fue, y es, una asombrosa conexión. Claro que también estamos ahora trabajando en Haiti y vemos este tipo de V de tres vías entre Haití, Congo y Nueva Orleáns. Fue entonces, una vez que habíamos hecho todo eso, que habíamos traído activistas a Nueva Orleáns el año pasado, al doctor Mukwege del Hospital Panza, a quien rendimos homenaje en ese gran evento, y a Christine Schuler Deschryver. Al estar al lado del doctor Mukwege, que es uno de los grandes médicos y líderes del Congo, y realizar la marcha desde la Plaza Congo hasta el estadio Superdomo junto a él, comprendí de qué manera el mundo se encuentra tan profundamente interconectado. Nuestra historia va creando un futuro que, si no investigamos la historia, hace que continuemos con el mismo tipo de opresión y colonialismo, de violación y destrucción que continúan hoy en el Congo, en Haiti y en Nueva Orleáns.”

Con un pañuelo en la cabeza tras haber perdido su cabello durante los tratamientos contra el cáncer, Eve Ensler está a días de comenzar su cuarto round de quimioterapia. Le pregunté cómo hace.

“Las mujeres del Congo me salvaron la vida. Todos los días me levanto y pienso para mis adentros: puedo seguir. Si una mujer en el Congo se levantó esta mañana después de que parte de su interior le fue extirpado, ¿qué problema tengo yo en realidad? Y pienso en cómo bailan. Cada vez que voy al Congo, bailan y cantan y siguen adelante a pesar de haber sido olvidadas y abandonadas por el mundo. Y pienso que tengo que mejorarme, que tengo que vivir para ver el día en que las mujeres del Congo sean libres, porque si esas mujeres son libres, las mujeres de todo el mundo seremos libres y seguiremos adelante.”

* Amy Goodman es la conductora de Democracy Now!, un noticiero internacional que se emite diariamente en más de 550 emisoras de radio y televisión en inglés y en más de 250 en español. Es co-autora del libro “Los que luchan contra el sistema: Héroes ordinarios en tiempos extraordinarios en Estados Unidos“, editado por Le Monde Diplomatique Cono Sur.

Entrevista con John Lennon y Yoko Ono II

En una conversación profunda y relajada, el que fue cerebro de los Beatles habla de música y músicos, de dinero y política, de amor y guerra, de la lucha contra su machismo…

2006_us_vs_john_lennon_001-2 -La pregunta es la siguiente. ¿Cómo se concilia esto con tu filosofía política? Se supone que eres socialista, ¿no?


-En Inglaterra es posible ser sólo dos cosas, fundamentalmente. O estamos con el movimiento laborista o estamos con el capitalista. Yo era un socialista instintivo. Eso quería decir que yo creía que a la gen­te hay que pagarle la dentadura postiza y la salud y demás. Pero apar­te de eso, yo trabajé por dinero y quería ser rico. Entonces, qué dia­blos… si es una paradoja, diré que soy un socialista. Pero la verdad es que no soy nada. Lo que sentía antes era culpabilidad por tener dine­ro. Es por eso que lo perdía, regalándolo o permitiendo que me estafa­sen mis llamados agentes.

-Sea cual fuere tu posición política, has jugado muy bien tu papel de capitalista, convirtiendo tus ganancias de los Beatles en bienes inmue­bles, ganado… ¿Para qué puede necesitar alguien ciento cincuenta mi­llones de dólares? ¿No estarías perfectamente conforme con cien millones? ¿O con un millón?

-¿Qué propones que hagamos? ¿Regalar todo y pedir limosna en la calle? El budismo dice: “Deshazte de todas las posesiones de la men­te”. Alejarse de todo ese dinero no tendría tal resultado. Es como los Beatles. No podría alejarme de los Beatles. Es algo que sigue pisándome los talones, ¿no? Si me alejo de una casa, o bien de cuatrocientas casas, no voy a escapar.

-¿Cómo vas a escapar?

-Lleva tiempo desprenderse de toda esa basura que llevo conmigo y que ha influenciado mi manera de vivir. Tuvo mucho que ver con Yoko, pero mentalmente me llevó estos últimos años de lucha. Aprendí todo de ella.

-Lo que dices suena como una relación de maestra y alumno.

-Es una relación de maestra y alumno.

-Yoko, ¿cómo te sientes por ser la maestra de John?

Ono: -John había tenido una extensa experiencia antes de que nos conociéramos, el tipo de experiencia desconocido para mí, de modo que yo también aprendí mucho de él. La influencia es mutua. Es posi­ble que yo tenga fuerza, una fuerza femenina. Las mujeres la desarro­llan… en una relación, creo que ¡as mujeres tienen en realidad la sabi­duría interior y que encierran esto mientras que los hombres tienen una especie de sabiduría para encarar a la sociedad, ya que ellos la crearon. Los hombres nunca desarrollaron esta sabiduría interior. Nunca tuvie­ron tiempo para desarrollarla. Así la mayoría de los hombres se apoyan realmente en la sabiduría interior de las mujeres, lo expresen o no.

-¿En qué sentido te ha enseñado Yoko?

-Cuando dijo: “¡Vete! Porque no logras entenderlo”… diría que fue como si me mandasen al desierto. Y la razón por la que no me dejaba volver era que yo no estaba listo to­davía para hacerlo. Tenía que arreglar cosas en mi interior. Cuado estuve listo para volver, ella me aceptó. Y es con eso que estoy viviendo ahora.

-Te refieres a la separación entre ustedes.

-Sí. Nos separamos en los primeros años del ’70. Yoko me expulsó. De repente me encontré a la deriva, solo en una balsa en el universo. Al principio pensé: “¡Hurra! ¡Hurra! ¡Vuelta a la vida de soltero!”. Pero un día me desperté y pensé: “¿Qué es esto? Quiero volver a casa!”. Pero ella no me dejaba volver. Todo el tiempo hablábamos por teléfono y yo le decía: “No me gusta nada esto. Estoy lleno de dificultades. Por favor, déjame volver a casa”. Y ella decía: “‘No estás listo para volver”. Y entonces, ¿qué hacía yo? Vuelta a empinar el codo. Sólo quería aho­gar en alcohol lo que sentía. Estaba enloquecido. Fue el famoso fin de semana perdido, pero duró dieciocho meses. Nunca bebí tanto en mi vida. Traté de ahogarme en alcohol y llegué a estar entre los más gran­des bebedores de mi profesión. Me avergüenza pensar en esa época, porque actué como un gran tonto… pero probablemente haya sido una buena lección para mí.

-¿Por qué lo expulsaste a John, Yoko?

Ono: -Hubo muchas cosas. Soy el tipo de mujer al que le gusta “avanzar”. Es por ese motivo que soy una de ¡as pocas que sobreviven como mujer, ¿sabes? Las mujeres tienden a meterse más en los hom­bres, en general, pero yo no era…

-Yoko ve a los hombres como asistentes… Con diversos grados de intimidad, pero fundamentalmente, asistentes. Y este asistente se va a hacer pis (sale).

Ono: -No hay comentario. Pero cuando yo conocí a John, las mu­jeres eran para él básicamente gente que lo rodeaba para servirlo. Tu­vo que abrirse y encararse conmigo… Y yo tuve que ver lo que estaba viviendo. Pero… pensé entonces que yo tenía que seguir mi camino, porque estar junto a John me hacía sufrir.

-¿Por qué?

Ono: -La presión del público, ser la culpable de la separación de los Beatles, la que hacía imposible que ellos volviesen a formar el grupo. Mi actividad en arte también se perjudicó. Pensé que me gustaría libe­rarme de ser la señora de Lennon y pensé luego que sería una buena idea que John se fuese a Los Ángeles y me dejase tranquila un tiempo. Hacía años que soportaba la situación. Desde el principio, cuando John pertenecía aún a los Beatles, nos alojábamos en un cuarto de ho­tel y teníamos la puerta cerrada y demás, pero nos olvidábamos de ce­rrarla con llave y solían entrar algunos de los colaboradores de los Beatles y se ponían a conversar con él como si yo no estuviese allí. Me volvía loca. Era invisible. La gente que rodeaba a John me veía como una gran amenaza. Quiero decir que hasta oí algo sobre planes de ma­tarme. Los Beatles, no, pero la gente que los rodeaba.

-¿Cómo te afectaron esos rumores?

Ono: -La sociedad no comprende que también es posible para una mujer sentirse castrada. Yo me sentía castrada. Antes me iba a las mil maravillas. Mis obras no se vendían mucho, quizá; quizás era más po­bre pero tenía mi orgullo. Y lo más humillante fue que me viesen como un parásito. (…) Yo siempre había sido más macho que muchos de los hombres con quienes estaba, en cierto sentido. Siempre había sido quien ganaba el pan, porque siempre quise tener la libertad y el domi­nio. Inesperadamente me encuentro junto a alguien con cuyas ganan­cias no puedo competir en absoluto. Por fin no pude soportarlo… o bien decidí no soportarlo más tiempo. Habría tenido la misma dificultad aun si no me hubiese visto enredada con… con…

-John… me llamo John.

Ono: -Con John. Pero John no era simplemente John. Era además su grupo y todos los que lo rodea­ban…

-¿Cómo volvieron a juntarse por fin?

Ono: -Poco a poco llegué a descubrir que la dificultad no estaba en John, ni mucho menos. John es un hombre extraordinario. Era la so­ciedad lo que se había vuelto demasiado para él. Hoy nos reímos al re­cordarlo, pero comenzamos a salir juntos otra vez. Yo quería estar segura. Debo dar gracias por la inteligencia de John…Me hizo bien me­terme en el negocio y recuperar mi amor propio y el orgullo de mi pro­pia capacidad. Y me hizo bien que necesitara él esta reversión de pa­peles que le hizo tanto bien.

-Y aprendimos que es mucho mejor para la familia que los dos es­temos trabajando para ella. Yoko ocupándose de las finanzas y yo siendo madre mujer. Hicimos un reordenamiento de prioridades. La número uno es Yoko y la familia. Todo el resto gira alrededor de esta prioridad.

-¿Cómo marcharon las cosas desde que tomaron esa decisión?

-Volvimos a unirnos, decidimos que esta era nuestra vida, que tener un hijo era importante para nosotros y que todo lo demás era secun­dario. Trabajamos mucho para tener ese hijo. Pasamos por experien­cias infernales para tener ese hijo, abortos espontáneos y otros proble­mas, es realmente lo que llaman “el hijo del amor”. Los médicos nos dijeron que nunca podríamos tener un hijo… Nos dijeron que mi esperma no era normal, que había hecho tanto abuso de mi cuerpo en mi juventud que no había ninguna probabilidad. Yoko tenía 43 años, ha­bía tenido demasiados abortos y cuando era joven, como no había píldoras, muchos abortos y pérdidas. Debe tener la barriga como los Kew Gardens en Londres. No había caso. Pero un chino de San Francisco, especialista en acupuntura, nos dijo: “Pórtense bien. Nada de droga: coman bien, nada de bebida. Tendrán un hijo en dieciocho meses”. Y nosotros le dijimos: “Pero los médicos ingleses dijeron que…”. Y él re­plicó: “Olviden lo que dijeron. Ustedes tendrán chico”. Y tuvimos a Se­an y le mandamos una fotografía de él poco antes de que muriera el médico chino, que en paz descanse.

-Ahora que Sean tiene cerca de cinco años, ¿tiene conciencia del he­cho de que su padre fue un beatle?

-No le había dicho nada. Sean vio A Yelow Submaríne, de modo que tuve que explicarle qué hacía esa caricatura mía en una película. Diré aquí que Sean no va a la escuela. Consideramos que puede apren­der a leer y a escribir y sumar cuando quiera… o cuando la ley diga que tiene que aprenderlo. No pienso oponerme. Pero de otro modo, no hay razón para que deba aprender a sentarse inmóvil, no veo ninguna ra­zón para ello. Sean tiene ahora bastante compañía de otros chicos, que según todo el mundo tiene importancia, pero también está junto a adultos. Está adaptado a las dos cosas. La razón por la cual los chicos se enloquecen es que nadie es capaz de afrontar la respon­sabilidad de criarlos. Todo el mundo tiene demasiado mie­do para estar con los chicos todo el tiempo, y por eso los rechazamos y los alejamos de nosotros y los torturamos. Los que sobreviven son los conformistas -les achican el cuerpo para que quepa den­tro del molde-, los chicos que llamamos “buenos”. Los que no caen dentro del rótulo van a parar a los manicomios o se vuelven artistas.

-Tu hijo Julián: el de tu primer matrimonio, debe ser un adolescente. ¿Lo has visto a través de los años?

-A Cyn le dieron la custo­dia. Yo tengo derecho a verlo durante las vacaciones y de­más, y por lo menos la línea de comunicación está abierta. No es la mejor de las relacio­nes entre padre e hijo, pero hay una relación. Tiene dieci­siete años. Julián y yo tendre­mos una relación mejor en el futuro. Con el correr de los años ha llegado a compren­der la imagen de los Beatles y también la que puede haberle dado su madre, consciente o inconscientemente. En este momento le interesan las chi­cas y las motocicletas. Yo soy una especie de figura en el cie­lo, pero no tiene otra alternati­va que comunicarse conmigo, aun cuando no tenga ganas.

-Muestras gran franqueza en cuanto a tus sentimientos hacia él, al punto de referirte a Sean como tu primer hijo. ¿Te preocupa la posibilidad de herirlo?

-No voy a mentirle a Julián. El noventa por ciento de la gente en es­te planeta, en especial en Occidente, es hijo de una botella de whisky y de un sábado por la noche y nunca hubo una intención de tener ese hi­jo. Julián está dentro de esa mayoría, como yo y todos. Sean fue un hi­jo deseado y allí está la dife­rencia. No quiero menos a Julián por eso. Sigue siendo mi hijo, aunque haya partido de una botella de whisky. O bien porque entonces no existía la píldora. Está aquí, es mi hijo y siempre lo será.

-Yoko, tu relación con tu hija ha sido mucho más turbulenta.

Ono: -Perdí a Kyoko cuando ella tenía cinco años. Yo era una madre bastante original, pero nos comunicá­bamos muy bien. No la cui­daba mucho, pero estaba siempre a mi lado: en la esce­na o en las exposiciones de arte, o lo que fuese. No había cumplido un año cuando la llevé a la escuela como ins­trumento… un instrumento incontrolable, te diré. Mi co­municación con ella era en el nivel de conversar y hacer cosas. Por eso estaba más cerca de mi ex marido.

-¿Qué pasó cuando ella cumplió cinco años?

Ono: -John y yo nos uni­mos y me separé de mi ex marido (Tony Cox). Y me quitó a Kyoko. Fue un caso de secuestro por uno de los padres y nosotros tratamos de recuperarla.

-Es el caso clásico del hombre machista. Se volvió una situación en la que Allen Klein y yo teníamos que dominar a Tony Cox. La actitud de Tony era: “Me quitaste a mi mujer, pero no me quitarás a mi hija”. En esta batalla se olvidó del todo a Yoko y a la chica. Siempre me he sentido mal al respecto. Era como esos tiroteos de película del Far West. Cox huyó a las montañas y se escondió y yo, el “sheriff”, salí a buscarlo. Al principio obtuvimos la custodia legal. Yoko no quería recurrir a la justicia, pero los hom­bres, Klein y yo, recurrimos a ella, de todos modos.

Ono: -Sabía que llevarlos a la justicia los asustaría y desde luego los asustó. Entonces Tony desapareció. Era muy testarudo y estaba con­vencido de que los capitalistas, con su dinero y sus abogados y sus detectives, lo estaban persiguiendo. Eso le dio mayores fuerzas.

-Lo perseguimos por todo el mundo. Dios sabe adónde fue. De mo­do que si es esto, Tony, actúa como un adulto. Ya pasó. No queremos ya perseguirte, porque hicimos ya bastante mal.

Ono: -También mandamos detectives detrás de Kyoko y esto fue también bastante feo. Hubo un momento en España en que un aboga­do y John llegaron a pensar que tendríamos que secuestrarla. Y la se­cuestramos y volvimos a entablar juicio de tenencia. La justicia hizo algo muy sensato. La llevaron a solas a un cuarto y le preguntaron con quién de nosotros debía quedarse. Claro que ella dijo que con Tony. Había llegado a tenernos muchísimo miedo. Y ahora debe temer que, si viene a verme, nunca volverá a ver a su padre.

-Cuando tenga más de veinte años, comprenderá que actuamos co­mo idiotas y que sabemos que fuimos idiotas. Tal vez nos dé una nue­va oportunidad.

Ono: (A John) –Parte de la razón por la que las cosas se pusieron mal fue que en el caso de Kyoko eran tú y Tony quienes negociaban. Hombres. En el caso de tu hijo Julián, el trato fue entre mujeres… hubo más comprensión entre Cyn y yo.

-¿Cómo lo explicas?

Ono: -Por ejemplo, hubo una fiesta de cumpleaños para Kyoko y nos invitaron a los dos, pero John se puso muy tenso y no fue. No que­ría tratar nada con Tony. Pero nos invitaron a los dos al cumpleaños de Julián y fuimos ¡os dos.

-¡Dios, ahora sale todo a relucir!

Ono: -O como cuando me invitaron a ir sola a casa de Tony. Yo no pude ir, pero cuando invitaron a John a casa de Cyn, él fue.

-Una regla para los hombres, otra para las mujeres.

Ono: -Y así las cosas fueron más fáciles para Julián, porque yo lo permití.

-Pero yo he rezado un millón de avemarías. ¿Qué diablos más pue­do hacer?

-Yoko, después de esta experiencia, ¿qué sientes en cuanto a haber dejado a John la crianza de Sean?

Ono: -En ese aspecto mis sentimientos son muy claros. No me siento culpable. Hago las cosas a mi manera. Puede ser que no sea lo mismo para otras madres, pero yo hago las cosas como puedo. En general, las madres tienen un gran resentimiento contra sus hijos, a pesar de toda esta gran adulación alrededor de la maternidad y de lo que piensan en realidad las madres de sus hijos y sobre cuánto los quieren. Quiero decir que sí, los quieren, pero no es humanamente posible conservar las emociones que se supone que deben tener las madres en una sociedad como esta. Las mujeres viven demasiado en diversas direcciones para poder conservar sus emociones. Se les exige demasiado. Y por eso le dije a John que yo llevo al bebé adentro durante nueve meses y es suficiente. Tú pue­des cuidarlo después. Suena como una declaración brusca, pero re­almente creo que los niños pertenecen a la sociedad. Si una madre lleva al niño en el vientre y luego el padre lo cría, la responsabilidad se ve compartida.

-¿Te molestó tener que asumir tanta responsabilidad, John?

-Te diré… a veces ella llegaba a casa y decía “estoy cansada”. Y yo le decía, un poco en broma: “¿Y cómo diablos crees que estoy yo? ¡Estoy veinticuatro horas con el chico! ¿Crees que es fácil?”. Y luego le decía: “Tendrás que interesarte un poco más por el chico”. No me importa que se trate del padre o de la madre. Cuando hablo de granitos o de huesos y de cuáles programas de televisión podemos de­jarle ver al chico, suelo decirle: “Oye, esto es importante. No quiero oír nada de tus negocios de veinte millones de dólares esta noche” (a Yoko). Yo querría que los dos padres cuidaran a los hijos, pero cómo hacerlo es un asunto diferente. El dicho “Has recorrido un largo ca­mino, muchacha”, se aplica más a mí que a ella. Como dice Harry Nilssori, “todo es lo opuesto de lo que es”, ¿no? Son los hombres que han recorrido un largo camino desde haber contemplado, si­quiera, la idea de la igualdad. Pero aunque existe este llamado movi­miento femenino, la sociedad no hizo más que tomar un laxante, hasta ahora, y dejar escapar sólo viento. Todavía le falta vaciar bien las tripas. Se plantó la semilla en algún momento hacia fines de la década del sesenta, ¿no? Pero los verdaderos cambios están por ve­nir aún. Soy yo quien he recorrido mucho camino. Yo era el cerdo. Y es un alivio haber dejado de ser un cerdo. La presión resultante de ser un cerdo es enorme (…) ¿sabes? Yo era cruel con mis mujeres, y físi­camente… con cualquier mujer. Golpeaba. No podía expresarme y entonces golpeaba. Peleaba con los hombres y golpeaba a las muje­res. Es por eso que siempre estoy hablando de paz, ¿sabes? Todo es lo contrario. Pero creo sinceramente en el amor y la paz. Soy un hombre violento que aprendió a no serlo y que se arrepiente de su violencia. Tendré que crecer mucho más todavía antes de poder ad­mitir en público cómo trataba a las mujeres cuando era jovencito. No tengo la menor ambición de que me vean como a un objeto sexual, un hombre, un cantante macho de rock’n'roll. Hace mucho que su­peré todo eso. Ni siquiera me interesa proyectar esa imagen. Por eso quiero que se sepa que sí, cuidé a mi hijo e hice pan y fui marido ca­sero y estoy orgulloso de haberlo sido. Es la onda del futuro y me ale­gro de estar a la cabeza de esa onda, además.

-¿En qué consistió ese famoso episodio de la cama?

-Nuestra vida es nuestro arte. Eso fueron los períodos en la cama. Cuando nos casamos, sabíamos que nuestra luna de miel sería públi­ca, de todos modos, y por eso decidimos utilizarla para hacer una de­claración. Sentados en la cama, conversamos con los periodistas du­rante siete días. Fue algo desopilante. En efecto, hicimos un aviso de publicidad en favor de la paz en la primera plana de todos los diarios, en lugar de hacer uno en favor de la guerra. Respondíamos a pregun­tas. Un tipo repetía todo el tiempo algo de Hitler: “¿Qué hacen contra los fascistas? ¿Cómo se puede tener paz cuando se tiene un Hitler?”. Yoko dijo: “Yo me habría acostado con Hitler”. Según dijo luego, le ha­brían bastado sólo diez días en cama con Hitler. A la gente le gustó ese comentario.

Ono: -Lo dije en broma, desde luego. Pero ¡o importante es que no vamos a cambiar el mundo peleando. Quizá fui un poco ingenua con esto sobre Hitler. Después de todo, para John Lennon necesité trece años (ríe).

-John, ¿qué opinas de las ondas musicales más nuevas?

-Me encanta algún material punk. Es puro. Pero no me enloquece, en cambio, la gente que se destruye a sí misma.

-No estás de acuerdo con las palabras de Neil Young en “Rust never sleeps”: “Es mejor quemarse que marchitarse”.

-Las detesto. Es mejor marchitarse poco a poco como un viejo sol­dado que quemarse. No aprecio esa veneración por el difunto Sid Vicious o el difunto James Dean o el difunto John Wayne. Es todo lo mismo. Hacer un héroe de Sid Vicious, o de Jim Morrison… para mí eso es una basura. Yo venero a la gente que sobrevive. Me quedo con los vivos y con los sanos.

-Ahora la pregunta inevitable, John. ¿Escuchas tus propias graba­ciones?

-Las mías menos que menos, ¿hablas en serio? Por placer, no las es­cucharía jamás. Cuando las oigo, pienso sólo en la sesión de grabado, como un actor que se contempla en una vieja película. Cuando oigo una canción, recuerdo al estudio de Abbey Road, la sesión, quién peleaba con quién, dónde estaba yo sentado, golpeando la pandereta en un rin­cón…

-Se hacen oír tus temas mucho más que los de otros autores. ¿Qué sensación te da?

-Siempre me siento contento y or­gulloso de que toquen mis canciones. Me da placer que lo intenten, siquie­ra, porque muchas no son fáciles de ejecutar. Cuando voy a restaurantes, los grupos siempre tocan “Yesterday”. Hasta firmé el violín con un ti­po en España cuando tocó “Yesterday”. ¡No podía comprender que yo no la había compuesto, que es de Paul!

-¿Qué sensación te da haber influenciado en tanta gente?

-En realidad no fui yo, ni ninguno de nosotros. Fue la época. Me su­cedió a mí con el rock and roll en la década del cincuenta. No tenía la menor idea de hacer música como medio de vida hasta que me golpeó el rock and roll.

-¿Recuerdas qué te golpeó específicamente?

-Creo que fue “Rock around the clock”. Me gustaba Bill Haley, pe­ro no me enloquecía. No fue hasta “Heartbreak Hotel” que realmente me hundí en esa música.

Ono: -Estoy segura de que hay mucha gente cuya vida fue afectada porque oyó música india, o Mozart, o Bach. Más que nada, fue el mo­mento y el lugar en que surgieron los Beatles.

-Como base de nuestro diálogo, aceptemos que ningún artista o grupo de artistas contemporáneos ha conmovido a la gente hasta el punto en el que lo hicieron los Beatles.

-Cualesquiera que fuesen los vientos que soplaban en esa época, so­plaban para los Beatles también. No digo que fuésemos las banderas desplegadas en los topes de mástil del barco, pero el barco entero se agitaba. Quizá los Beatles estaban en el puesto de vigía, gritando “¡Tierra!” o algo así, pero todos estábamos en el mismo barco… (en voz baja): esta charla sobre los Beatles me aburre hasta la muerte. Va­mos a la lámina desplegable de tu revista (se refiere a los celebres posters nudistas de Playboy)… Mira, sintonizábamos el mensaje. Eso es todo. No pretendo menoscabar a los Beatles cuando digo que no eran esto, o eran lo otro. Sólo trato de no exagerar su importancia como al­go separado de la sociedad. Y no creo que fuesen más importantes que Glenn Miller o Woody Herman o Bessie Smith. Fue nuestra genera­ción, nada más. Fue la música del sesenta.

-¿Qué tienes que decir a los que insisten en que todo el rock desde los Beatles no es más que nuevas versiones de los viejos Beatles?

-Toda la música es una nueva versión de lo viejo. Hay muy pocas notas nuevas. Son sólo variaciones sobre un mismo tema. Trata de de­cirles a los chicos del setenta que gritaban al oír a los Bee Gees que su música era un recocido de los Beatles. Los Bee Gees no tienen nada de malo. Son excelentes. No habrá otra cosa que ellos.

-Pero por lo menos, ¿no era buena parte de la música de los Beatles algo mucho más inteligente?

-Los Beatles eran un poco más intelectuales y por ello tenían eco tam­bién en ese nivel. Pero la atracción fundamental de los Beatles no era su inte­ligencia, sino su música. Fue sólo cuando alguien en el Times de Londres dijo que había cadencias griegas en “It won’t belong” que la clase media comenzó a escuchar­nos… porque alguien nos puso un rótulo.

-¿Incluyeron caden­cias griegas en “It won’t belong”?

-Hasta el día de hoy no tengo la menor idea de dónde queda Eolia. Suena como pájaros exóticos.

-¿Te molestó cuando las interpretaciones de tus canciones resultaron destructivas, como cuan­do Charles Manson sos­tuvo que tus letras eran mensajes para el?

-Eso no tiene nada que ver conmigo. Es co­mo ese individuo, “hijo de Sam”, que mantenía conversaciones con el perro. Manson fue una versión extrema de la gente que sacó a relucirr el asunto de “Paul ha muerto” o que decidió que las iniciales de “Lucy in the Sky with Diamonds” eran las LSD y llegó a la conclusión de que yo hablaba de ácido lisérgico.

-¿Qué origen tenía “Lucy in the Sky…”?

-Mi hijo Julián llegó un día con un dibujo que había pintado de una amiga de la escuela llamada Lucy. Había incluido unas estrellas en el cielo y llamaba a la imagen “Lucy in the Sky with Diamons”. Bien simple.

-¿Y las otras imágenes del tema no se inspiraban en la droga?

-Las imágenes provenían de Alicia en el País de las Maravillas. Era Alicia en el bote. Está comprando un huevo y resultó ser Humpty Dumpty. La mujer que atiende el comercio se transforma en una oveja y al minuto siguiente se encuentran remando en un bote en algún lugar y lo que yo visualicé fue eso. Hay también la imagen de la mujer que un día vendría a salvarme, “la mujer con ojos de caleidoscopio” que vendría del cielo. Resultó ser Yoko, a pesar de que yo no la cono­cía entonces. Tendría que llamarse el tema, entonces, “Yoko in the Sky with Diamonds”.

-Sobre tu niñez…

-Cuando era niño era miedoso, porque no tenía a nadie con quien establecer un lazo. Ni mi tía ni mis amigos ni nadie comprendían nun­ca lo que yo hacía. Me daba mucho, mucho miedo y el único contacto que tenía fuera de mí era a través de la lectura de Oscar Wilde, o Dylan Thomas, o Vincent Van Gogh… todos esos libros que tenía mi tía y que hablaban del sufrimiento de estos tipos por las visiones que tenían. A causa de lo que veían, los torturó la sociedad, por tratar de expresar lo que eran. Yo veía la soledad.

-¿Encontraste a otros con quien compartir tus visiones?

-Sólo gente muerta, en los libros. Lewis Carroll, ciertos cuadros. El surrealismo tuvo un fuerte efecto sobre mí, porque comprendí que mis imágenes y mis ideas no eran las de un loco, que si todo aquello era demencial, yo pertenecía a un club muy especial de gente que ve el mun­do en esos términos. Para mí el surrealismo es una realidad. Las visio­nes psíquicas son una realidad. Aun cuando era niño lo eran. Cuando me miraba en el espejo a los doce o trece años, literalmente caía en un trance alfa. No sabía entonces cómo se llamaba. Años más tarde descubrí que estos estados tienen un nombre. Pero yo me encontraba viendo imágenes alucinantes en que la cara me cambiaba y se volvía cósmica y total. Esto hacía que siempre fuese rebelde. Me provocaba un terror permanente, pero por otra parte deseaba que me quisieran y me aceptaran. Parte de mí quería que todos los sectores de la sociedad me aceptasen y no quería que fuese ese músico loco y gritón. Pero no puedo ser lo que no soy. Por esta actitud mía, los padres de todos los chicos, inclusive el padre de Paul, decían: “No sean amigos de él”. Los padres reconocían instintivamente lo que era yo, alguien que creaba di­ficultades, en el sentido de que no me conformaba y que influenciaba a los otros, lo cual era verdad. Hacía siempre todo lo posible para crear discordia en la casa de todos los amigos que tenía. En parte, tal vez, por envidia al no tener yo ese así llamado “hogar”. Pero en realidad lo tenía. Tenía a mi tía y a mi tío y una bonita casa en los suburbios, gra­cias. Oyes esto, tía. Hace poco la hirió un comentario de Paul, acerca de que la razón por la que me quedaba junto a Sean ahora es que nun­ca tuve una vida familiar. Esto es un disparate. Había cinco mujeres que eran mi familia. Cinco mujeres fuertes e inteligentes. Cinco her­manas. Una fue por casualidad mi madre. Mi madre era la menor. Le ocurría que no sabía encarar la vida. Tuvo un mando que la abandonó para embarcarse e ir a la guerra cuando yo tenía cuatro años y medio. Terminé viviendo con su hermana mayor. Te diré que esas mujeres eran fantásticas. Fue mi primera educación feminista. De todos modos, el hecho de saber que no viví con mis padres me llevó a aceptar que los padres no eran dioses. Pe­ro tampoco era huérfano. Mi madre vivía y vivió a quince minutos de marcha toda mi vida. La ve­ía de vez en cuando. Lo único que sucedía es que no vivía con ella.

-¿Vive?

-No, la mató un policía borracho después de haber ido a visitar ella a mi tía, en la casa donde yo vivía. Yo tenía dieciséis años. Ese fue otro he­cho traumático para mí. La perdí dos veces. Cuando a los cinco años fue a vivir con mi tía y luego cuando murió físicamente. Esto me dio más amargura aún. Ese rencor que siempre ha­bía llevado clavado en mí aumentó mucho en esa época. Empezaba a restablecer mi relación con ella cuando murió.

-¿Qué clase de relación tuviste con tu padre, que se fue al mar? ¿Volviste a verlo?

-Nunca volví a verlo hasta que gané mucho dinero y entonces vol­vió. Yo tenía 24 o 25 años. Un día abrí el Daily Express y allí estaba, la­vando platos en un hotelito o lugar así, muy cerca de donde vivía yo en el cinturón de los financistas de las afueras de Londres. Me había es­crito varias veces para comunicarse conmigo. Yo no quería verlo. Esta­ba demasiado herido por lo que nos había hecho a mí y a mi madre y porque reaparecía cuando yo era rico y famoso y no se había molesta­do en volver antes. No pensaba, pues, volver a verlo, pero se dedicó a hacerme un chantaje por la prensa hablando siempre de lo pobre que era y de tener que lavar platos mientras yo vivía en el lujo. Me enterne­cí y fui a verlo y tuvimos una especie de relación. Murió de cáncer unos años más tarde. Pero a los 65 años se casó con una secretaria que había estado trabajando para los Beatles, de 22 años, y tuvieron un hijo, hecho que me pareció auspicioso para un hombre que siempre vivió medio borracho y como vagabundo del Bowery.

-¿Qué recuerdos te trae “Help!”?

-Cuando hicimos “Help!” en 1965 yo estaba realmente pidiendo socorro. Ahora bien, pensarás que tengo una actitud positiva… es ver­dad, es verdad, pero… también sufro profundas depresiones, y tengo ganas de arrojarme por la ventana, ¿sabes? Resulta más fácil vivir conmigo mismo en la medida que envejezco. No sé si uno adquiere dominio de sí mismo o no cuando madura, si se calma un poco. Sea como fuere, yo estaba gordo y deprimido y pidiendo socorro a gritos.

-¿Qué te tenía deprimido en la época de “Help!”?

-El asunto de los Beatles se había vuelto algo que nadie podía ima­ginar. Nos desayunábamos fumando marihuana. Estábamos bien en­viciados y nadie podía comunicarse con nosotros, porque éramos pu­ro ojo vidrioso y risitas tontas todo el tiempo. Metidos dentro de nues­tro propio mundo. Esa era la canción “Help!”, donde creo que apare­cía todo… hasta las canciones de Paul de ahora, que no parecen tratar de nada… siempre tienen algo de uno mismo.

-¿Fue “I’m loser” una declaración igualmente personal?

-Parte de mí sospecha que soy un perdedor y la otra cree que soy Dios Todopoderoso.

-¿Haces uso de drogas ahora?

-En realidad, no. Si alguien me da un cigarrillo de marihuana, pue­de ser que lo fume, pero no lo busco.

-¿Cocaína?

-La probé, pero no me gusta. Los Beatles la usaban mucho en una época, pero es una droga tonta, porque hay que repetir la dosis veinte minutos más tarde. Se te va toda la concentración en obtener la próxi­ma dosis.

-¿Acido lisérgico?

-Hace años que no. Un poco de hongo o de peyote no deja de atraerme tal vez dos veces por año, o algo así.

-Y los dos fuman como locos.

-La gente macrobiótica no cree que fumar sea nocivo. Claro está que si morimos, nos habremos equivocado.

-¿Cuál es tu sueño para el ochenta?

-La verdad es que cada uno crea su propio sueño. Esa es la historia de los Beatles, ¿no? Es la historia de Yoko. Es lo que estoy diciendo ahora. Producir el sueño propio. No cuentes con que Jimmy Carter y Ronald Reagan o John Lennon o Yoko Ono o Bob Dylan o Jesucristo vengan a hacerte las cosas. Tienes que hacerlas tú mismo. Es lo que vie­nen diciendo los grandes maestros y maestras desde el comienzo de to­dos los tiempos. Pueden señalar el camino, dejar señales y breves ins­trucciones en diversos libros que ahora llamamos sagrados y que vene­ramos por sus tapas y no por lo que dicen, pero las instrucciones son bien visibles para todos, siempre estuvieron allí y siempre lo estarán. No hay nada nuevo bajo el sol. Todos los caminos conducen a Roma. Y la gente no puede proporcionártelos. Yo no puedo despertarte. Tú puedes despertarte. Yo no puedo curarte. Tú puedes curarte a ti mismo.

-¿Qué hace que la gente no acepte el mensaje?

-Es el temor a lo desconocido, que hace correr a todos huyendo, de­trás de los sueños, ilusiones, guerras, paz, amor, odio, todo eso… todo es una ilusión. Es desconocido. Aceptemos que es desconocido y las cosas serán más fáciles. Todo es desconocido… y entonces hemos avanzado. Así es. ¿Verdad?

Entrevista con John Lennon y Yoko Ono I

Una de las últimas entrevistas que concedió a la Revista PLAYBOY

entrevista-yoko-lennon El absurdo asesinato de John Lennon cerró, el pasado diciembre, una de las páginas más significati­vas de la historia de nuestro tiem­po. Poco antes de su muerte, John Lennon, junto con su esposa Yoko Ono, había concedido a David Sheff una entrevista que PLAYBOY ha querido reproducir en su totali­dad a pesar de su desacostumbrada extensión porque su interés es in­dudable. Como dijo Yoko cuando todavía se discutía la posibilidad de realizarla, por muy importantes que sean otras personalidades en­trevistadas para esta revista, lo de ellos dos era diferente: -La gente como Jimmy Carter representa a su propio país únicamente, John y yo representamos el mundo entero-. Este es el informe del periodista que charló con ellos:


Hubo un momento en que parecía que esta entrevista no llegaría a ser realidad. Había establecido mis prime­ros contactos, y un día me llamó uno de los ayudantes de los Lennon para preguntarme cuál era mi signo astrológico. Al parecer, todo dependía de la interpretación que Yoko diera a mi horóscopo. Empecé a imaginar la cara que pondrían en PLAYBOY cuando les dijera: «Lo siento. No hay entrevista. “Mi luna está en Escorpio”. Pero tuve suerte y pocos días después atravesé los numerosos controles de seguridad que dan acceso a los apartamentos Dakota —el mismo lugar don­de Lennon sería acribillado a balazos—. Temía lo que pudiera pasar una vez con ellos, porque lo que se decía de la personalidad de Yoko, la mujer que nunca sonríe, era corno para andar con pies de plomo. De hecho, siguiendo las instrucciones que me habían dado, me quité los zapatos antes de pisar la moqueta del apartamento. Lennon salió a re­cibirme y preparó un par de capuccinos para los dos. El músico tenía los ojos enrojecidos de sueño e iba sin afeitar. Sin embargo, por cansado que estuviese, no necesitó más que la primera hora de conversación para aniquilar todos los prejuicios que yo pudiera haber acumulado sobre su persona. Se mostraba mucho más abierto, franco e ingenioso de lo que podía esperar. Estaba dispuesto —con la aprobación de Yoko— a hablar sinceramente, y de todo.

A medida que avanzaba la entrevista, resultó evidente que las complicadas y gene­ralmente mal entendidas relaciones entre John y Yoko eran el factor clave de la vida de cada uno de ellos. “Me gustaría saber por qué no nos cree la gente cuando decimos que la único que pasa es que nos querernos”, dijo un día John. La coraza protectora con que suele rodearse Yoko también acabó por caer. Llegó un ‘momento, cuando estaba pronunciándose en contra del capitalismo, que empezó a darle hipo, y se sonrió. Después de esta sonrisa se convirtió en un ser vulnerable y hasta tímido, con lo cual se borraba por completo el mito del dragón que vino de Oriente a lavarle el cerebro a John Lennon.

-¿Qué has estado haciendo?

-Amasando pan y cuidando a nuestro hijito.

-¿Con qué clase de proyectos escondidos?

-Eso es igual a lo que me ha preguntado todo el mundo en los últi­mos años: “Pero, ¿qué más has estado haciendo?”. A lo cual respon­do: “¿Hablas en serio?”. Porque hacer pan y cuidar bebés, como toda mujer sabe, es un trabajo full-time. Después de haber hecho panes me sentí como si hubiese conquistado algo. Pero cuando vi cómo comían el pan, pensé: “¡Vaya! ¿No van a darme un disco de oro, o un título, o algo?”.

-¿Qué te hizo volverte un marido casero?

-Muchos motivos. Siempre viví bajo la obligación del contrato, des­de los veintidós años hasta bien cumplidos los treinta. Después de tan­tos años, no conocía otra cosa. No era libre. Estaba enjaulado. Mi contrato era la manifestación física de estar prisionero. Era más importante encararme a mí mismo y enfrentar esa realidad que continuar con mi vida de rock’n'roll y subir y bajar con la corriente caprichosa de la propia actuación o de la opinión que tiene de uno el público. El roc­k’n'roll dejó de ser divertido. Decidí no aceptar las opciones habituales en mi profesión: ir a Las Vegas a cantar los grandes éxitos, si uno tiene suerte, o bien irse al diablo, como se fue Elvis (…) sacar discos, uno tras otro porque es lo que esperan de uno, como tanta gente que saca un álbum cada seis meses porque se supone que tiene que sacarlo.

-¿Te refieres a Paul McCartney?

-No solamente a Paul.

-La mayoría habría continuado sacando el producto. ¿Cómo pudiste hallar la alternativa?

-La mayoría no vive junto a Yoko Ono.

-¿Lo cual quiere decir…?

-Que la mayoría de la gente no tiene una compañera que le diga la verdad y se niegue a vivir junto a un artista de pacotilla, creador de ba­sura, que lo sé hacer muy bien. Soy capaz de crearla y de hacer que la creen todos a mi alrededor. Yoko: esa es mi respuesta.

-¿Qué hizo por ti?

-Ella me mostró la posibilidad de la alternativa. “No tienes que ha­cer esto.” “¿No? Realmente… pero… pero…” Claro, las cosas no eran tan sencillas y no capté el mensaje de la noche a la mañana. Fue nece­sario repetirlo mucho. Alejarse es mucho más difícil que seguir. Yo hi­ce las dos cosas. Obedecer la demanda y obedecer el horario. Había sacado discos desde 1962 hasta 1975. Alejarse era como lo que hacen los viejos a los sesenta y cinco años, cuando de pronto se supone que no existen ya y se los echa del trabajo (golpea tres veces el escritorio i “Terminó tu vida. Llegó la hora de jugar al golf”. (…) Lo hice, y cuan­do me dedicaba a limpiar la suciedad del gato y a alimentar a Sean, ella se sentaba en cuartos llenos de humo con hombres vestidos con trajes cuyas chaquetas no conseguían abotonar.

Ono: -Yo me ocupaba de los negocios, de Apple, Maclen (la com­pañía grabadora de discos de los Beatles y la compañía de publicacio­nes musicales, respectivamente), y de las nuevas inversiones.

-El único de nosotros dos que tiene el talento y la capacidad para manejar las cosas en ese nivel es Yoko.

-¿Tenias experiencia en el manejo de una empresa de ese nivel?

Ono: -Aprendí. La ley ha dejado de ser un misterio para mí. Los po­líticos tampoco son un misterio. No me asusta ya lo que llaman establishment. Al principio, mi propio abogado y mi propio contador no podían aceptar el hecho de que yo les indicase qué tenían que hacer. Hablaban siempre de “pero usted no entiende nada de cuestiones le­gales. No puedo hablar con usted”. Yo les decía: “Muy bien, hable de manera que yo pueda comprender. Yo también soy miembro del di­rectorio”.

-No lo soportan. Pero tienen que soportarlo, porque es ella quien nos representa (ríe). Son típicos machistas, grandes y gordos, llenos de cocteles de vodka para el almuerzo, machistas que hablan a gritos, como perros amaestrados, adiestrados para atacar todo el tiempo. (…)

-¿Qué hay de esa afirmación de que John Lennon está bajo el he­chizo y el control de Yoko?

-Es un disparate. Soy incontrolable (…).

-Comencemos por el principio. Cuéntanos la historia de cómo se conocieron el maravilloso príncipe místico y la exótica dama del dra­gón.

-Fue en 1966, en Inglaterra. Me habían hablado de ese “gran éxito”, de esa artista japonesa de avanzada que llegaba de los Estados Uni­dos. Estaba paseando por la galería cuando vi una escalera, subí por ella y miré por un catalejo que había arriba de la escalera… uno se sien­te un tonto, pero el caso es que miré y decía solamente “Si”‘. Ahora bien, en esa época todo lo de avanzada consistía en romper el piano con un martillo y la escultura a golpes, y todo era anti, anti, anti, anti, anti. Todo era un montón de basura negativa. Y sólo ese “Sí” me llevó a quedarme en esa muestra llena de manzanas y clavos. Había un cartel que decía: “Clava este clavo”. Entonces pregunté: “¿En serio puedo clavarlo?”. Pero Yoko me dijo que no, porque la muestra no co­menzaba hasta el día siguiente. Entonces se acercó el patrón y le susu­rró: “Déjalo clavarlo. No sé si sabes que es millonario. Quizá lo com­pre”. Y entonces hubo una breve conversación entre ellos y por fin Yo­ko me dijo: “Bien, puedes clavar un clavo por cinco chelines”. Y enton­ces el patrón, muy listo, dice: “Bien, yo te daré cinco chelines imagina­rios para que claves un clavo imaginario”. Y fue así como nos conoci­mos, cuando nuestras miradas se cruzaron y a ella le pasó y a mí me pasó.

-¿Tuvo algo que ver tu encuentro con Yoko con tu abandono de los Beatles?

-Hacía tiempo ya que tenía ganas de alejarme, pero cuando conocí a Yoko fue como cuando conoces a tu primera mujer. Dejas a los ami­gos en el bar. Dejas de jugar al fútbol. Dejas de jugar al billar y hacer carambolas. Puede ser que algunos sigan haciéndolo los viernes por la noche, por ejemplo, pero una vez que encontré a la mujer, los mucha­chos perdieron todo interés para mí, salvo el de ser viejos compañeros de escuela. “Las campanas de boda separan a esa vieja pandilla mía.” Nos casamos tres años más tarde, en 1969. Fue el fin de los mucha­chos. Y dio la casualidad de que los muchachos fuesen gente famosa y no simplemente los chicos junto al bar. Todos se afligieron tanto… Y nos arrojaron bastantes porquerías. Bastantes cosas odiosas.

Ono: -Aún ahora acabo de leer que Paul dijo: “Comprendo que quiera estar con ella, pero ¿por qué tiene que estar con ella todo el tiempo?”.

-Yoko, ¿sigues empeñada en arrastrar esa cruz? Eso sucedió hace años.

Ono: -No, no, no. Lo dijo hace poco tiempo. Lo que quiero decir es que decidí, más o menos, acostarme con ese tipo que me gustaba y de pronto, al día siguiente, me encontré con esos tres suegros parados allí.

-Siempre pensé que había ese sentimiento subyacente en el tema de Paul, “Get back”, Vuelve. Cuándo estábamos grabándolo en el estudio, cada vez que cantaba el verso “Vuelve a donde perteneciste una vez”, miraba a Yoko.

-¿En serio?

-En serio. Pero tal vez él diga que tengo delirio de persecución.

-Quizá sea el momento de hablar de esos “suegros”, como los lla­mó Yoko. John, te lo han preguntado mil veces, pero ¿por qué es tan inconcebible que los Beatles puedan volver a integrarse para hacer música?

-¿A ti te gustaría volver a la escuela secundada? ¿Por qué habría yo de retroceder diez años para crear una ilusión para ti que yo sé que no existe? No puede existir. (…) ¿No deberían haber seguido juntos Dean Martin y Jerry Lewis, sólo porque a mí me gustaba verlos juntos? ¿Qué es ese juego de hacer cosas porque otros lo desean? La idea de­trás de los Beatles era hacer lo que ustedes querían, ¿no? Cargar con las responsabilidades de ustedes.

-Bien, pero volvamos a la música misma. ¿No estas de acuerdo en que los Beatles crearon la mejor música rock’n'roll que se haya cono­cido?

-No, no estoy de acuerdo. Te diré… los Beatles… estoy demasiado mezclado con ellos en el sentido artístico. No puedo verlos en forma objetiva. Estoy insatisfecho con todos nuestros discos, todos los que hicimos como Beatles. No hay ni uno solo que no querría grabar otra vez, de todos los discos de los Beatles, y todos los míos individuales, también. No puedo entonces hacer un juicio de lo que son los Beatles. Pero cuando era uno de ellos, los consideraba el mejor grupo de todo el mundo. Y haber creído tal cosa es lo que nos hizo lo que fuimos, lo llamemos el me­jor grupo de rock’n'roll o el mejor de pop, o lo que sea. Pero vuelvo a tu pregunta sobre los Beatles y su música: la respuesta es que creamos algunas cosas buenas y otras ma­las.

-Aparte de los millones que les han ofre­cido por un concierto del grupo, ¿qué pen­saste de la generosa oferta de Lome Michaels de tres mil doscientos dólares por aparecer juntos en Saturday Night Live hace pocos años?

-Ah, sí. Paul y yo estábamos juntos mi­rando ese programa. El había venido a vi­sitarnos a nuestra casa en el Dakota. Está­bamos mirándolo y en un momento estuvi­mos tentados de ir al estudio, para divertir­nos, íbamos a tomar un taxi, pero la ver­dad es que estábamos demasiado cansa­dos.

-¿Cómo ocurrió que tú y Paul estuvie­sen mirando televisión juntos?

-Era la época en que Paul aparecía muy seguido en la puerta de casa con su guitarra. Yo lo recibía, pero por fin debí decirle: “Por favor, llama antes de venir. No estamos en 1956 y aparecer en la puerta sin avisar no es ya lo mismo. Llámame por telé­fono, ¿quieres?”. A Paul le dolió esto, pero no se lo dije con mala in­tención. Lo único que quise significar fue que yo tenía que cuidar a mi hijo todo el día y que cuando un tipo aparece en la puerta sin avisar…

-¿Fue la última vez que viste a Paul? Siempre hay muchas conjetu­ras en cuanto a si los “Cuatro Famosos” eran enemigos acérrimos o bien íntimos amigos.

-No somos ni una cosa ni la otra. No sé cuánto tiempo hace que no veo a ninguno de los Beatles. Ya no sigo el trabajo de ellos. Me impor­ta un rábano lo que hacen en el último álbum de Paul, de George, ni lo que hace Ringo. No me interesa, como no me interesa lo que hacen Elton John o Bob Dylan. No es crueldad, sino sólo que estoy demasiado ocupado viviendo mi propia vida para seguir lo que hacen los demás, sean los Beatles o bien gente con quien fui a la escuela o gente con quien tuve relaciones estrechas antes de conocer a los Beatles.

-Entonces hablemos del trabajo que hicieron juntos. ¿Dijiste alguna vez que escribían la mayoría de los temas separado de Paul, a pesar de firmarlas ambos?

-La verdad es que era mentira (ríe). Dije eso cuando estaba resenti­do, cuando consideraba que todo lo hacíamos por separado. Pero en realidad muchas de las canciones fueron escritas por los dos, trabajan­do codo a codo. Nos comunicábamos lo suficiente, y más tarde fue por ese motivo que sentí rencor por todo ese material. Ahora me doy cuenta de que se trataba del mismo juego competitivo de siempre.

-Pero el juego competitivo te hacía mucho bien, ¿no?

-Al principio sí. Hacíamos un disco en doce horas, o algo por el es­tilo. Pedían un simple cada tres meses y teníamos que crearlo en un cuarto de hotel o en un ómnibus. Así el trabajo en colaboración era funcional, además de musical.

-Una pequeña digresión, pero mientras estamos en este tema de las letras y tu resentimiento con PauL ¿qué te hizo escribir “How do you sleep”? Son palabras tales como “Los maricas tenían razón cuando decían que estabas muerto” y “Lo único que hicis­te fue ayer / y desde que te fuiste, no eres mas que un día cualquiera”.

-(Sonríe) En realidad no me sentía tan lleno de rabia en ese momento. Pero utilicé mi resentimien­to con Paul para crear un tema, por así decir. El vio que se refería concretamente a él y el público lo persiguió a causa de esa canción. Aunque debo de­cirte que en su propio álbum, publicado antes que mi canción, hay unas cuantas patadas para mí. Las da con tanto disimulo que la gente no reparó en ellas, pero yo sí. Y entonces pensé: “La verdad es que yo no disimulo nunca, sino que digo ni más ni menos lo que quiero decir”. El hizo cosas a su manera y yo a la mía. Pero en cuanto a las palabras que citaste, creo que como creador Paul murió, es cierto sentido.

-Pasemos a Ringo. ¿Qué opinas de él desde el punto de vista musical?

-Ringo era una estrella por derecho propio en Liverpool aun antes de que nos conociéramos. El talento de Ringo se habría expresado de una manera u otra y en cualquier situación, con los Beatles o sin ellos. Ringo es un baterista extraordinario. Técnicamente, no es bueno, pero creo que se subestima la ejecución de Ringo, como se subestima la ejecución de Paul en el bajo. Paul fue unos de los bajistas más originales de todos los tiempos. Y la mitad de lo que se oye hoy proviene directamente de su período con los Beatles. En todos los demás aspectos de su vida es un ególatra, pero en cuanto a su ejecución en el bajo, Paul siempre se mostró bastante modesto. Creo que Paul y Ringo pueden ocupar su lugar entre los mejores artistas de rock. No son grandes técnicos… ninguno de nosotros tiene mucha técnica musical. Ninguno de nosotros sabía leer música. Ninguno de nosotros sabía escribirla. Pero como músicos puros, como seres humanos con inspiración para hacer el ruido necesario, somos tan buenos como el mejor.

-No hablaste mucho de George hasta ahora.

-Sinceramente me dolió mucho su libro I, Me, Mine. Mediante la omisión más flagrante implica que mi influencia en su vida es absolutamente cero, nada. En ese libro, que según se supone trata de la claridad de su visión que influenciaba cada tema que escribía, recuerda a cada uno de los saxofonistas o guitarristas insignificantes que conoció en los años subsiguientes, pero yo no aparezco para nada. Es una relación de odio y de amor y creo que George sigue sintiendo rencor hacia mí por haber sido yo el papá que dejó el hogar. El no lo admitiría, pero es lo que yo siento. Yo me sentí dolido. Me borró, sencillamente, como si no existiera. No quiero ser egocéntrico pero él fue una especie de discípulo mío cuando comenzamos. Pero no me interpreten mal. Sigo queriendo a esos muchachos. Los Beatles terminaron, pero John, Paul, George y Ringo todavía viven.

-Para terminar con tu “tema predilecto”, ¿qué opinas de la sugeren­cia de que los cuatro deberían dejar a un lado sus sentimientos perso­nales y reagruparse para ofrecer un concierto gigantesco con fines de caridad, una especie de beneficio gigante?

-No quiero saber nada con beneficios. Siempre son una estafa. No actúo por lucro personal desde 1966, cuando se presentaron los Bea­tles por última vez. Cada concierto desde entonces fue ofrecido por Yoko y por mí para distintas obras de caridad, con la excepción de una función en Toronto que fue un reencuentro de rock’n'roll. Todas esas funciones fueron un desastre o bien una estafa. Por eso ahora damos dinero a quienes queremos. ¿Sabes lo que es el diezmo?

-Sí, dar un porcentaje fijo de tus ingresos.

-Exactamente. Es lo que pienso hacer, pero en forma privada. No pienso caer en el negocio de salvar al mundo en público. La función es siempre un desastre y el artista siempre queda mal. (…) A todos los que lean esto, que no me hagan llegar esas tonte­rías de “venga a salvar a los indios y a salvar a los negros y a salvar a los veteranos de guerra”. Cuando yo quiera salvar a cualquiera lo ayudaré.

-Hablando del tema de tu riqueza personal, el New York Post dijo hace poco que admitías tener unos ciento cincuenta millones de dóla­res y que…

-… Muy bien, somos ricos. ¿Y qué?